Parece que de pronto somos reproductores de toda aquella tensión que gobierna el ambiente y la llevamos a los lugares que deberían de ser de diversión. La violencia en los estadios no es nueva, solemos culpar a las emociones, a las pasiones, las bebidas alcohólicas, a la falta de educación, y por supuesto a las barras bravas.
En El Salvador a voces se conoce que las barras "bravas" de algunos equipos están formadsa por personas con antecedentes violentos o incluso criminales, que al ritmo de los cánticos y al ritmo de los resultados pueden encender pasiones tan peligrosas que podrían llegar a ocasionar muertes.
Lejos han quedado aquellos días en que uno se podía sentir orgulloso de ser de una o de otra barra, o en la que podías portar la camisa de tu equipo con orgullo en un estadio.
El problema se agrava un poco mas cuando sabemos que estas barras no se les registra ni siquiera al entrar al escenario deportivo, que los mal llamados organizadores de los partidos no saben como reaccionar ante los problemas, ni saben como administrar la salida de las personas, y que la violencia crece a medida que la cerveza es más barata que una botella de agua.
Como aficionados tenemos derechos de poder presionar por el espectáculo que nos brindan los jugadores, los clubes, pero no es yendo contra el jugador, el aficionado o contra la directiva, deberíamos de poder tener ese derecho de ser socios activos y no llevar a una posición de poder a quien menos nos representa, solo por que le pueda dar un poco de solvencia económica al equipo.
La educación es un tema aparte si como personas adultas pudiéramos no pasarle el fanatismo desenfrenado que heredamos a los niños, no hacerlos blancos fáciles de aquellas personas que solo buscan manipular el deporte en beneficio de ellos mismos, debemos dejar de querer tener la razón con un marcador o un equipo, a lo mejor si lográramos un poco de respeto para el aficionado del otro equipo, la siguiente generación no sufriera estas sacudidas espontáneas como las que hoy se vieron en el Estadio Cuscatlán.